martes, 29 de julio de 2008

SATÁN EXISTE

Ponle el nombre que quieras: Satán, Satanás, Diablo, Belcebú, Demonio... el que más te asuste; imagínatelo como quieras: una figura con forma humana encendida en llamas; un caballero vestido de esmoquin con capa negra, monóculo, bastón, bigote afilado y sombrero de copa o la tradicional figura de un monigote rojo con cuernos y patas de cabra. Cualquiera que sea la forma sensible que le demos existe y no está en status quo, sino que su ardiente celo por arrastrarnos a la perdición lo mantiene siempre activo.

Ojalá que ya te lo hayas imaginado. De hecho estoy seguro de que, como quiera que te lo hayas imaginado, el resultado fue una figura fea, desagradable y hasta terrorífica, y la cosa aqui es que acertaste exactamente y te equivocaste completamente, al mismo tiempo. El demonio no puede asociarse con ninguna imagen que conocemos pero es válido el pretender darle cualquier forma deformada -valga la redondancia- puesto que eso es él en esencia, una deformación de la belleza. Santo Tomás de Aquino define con gran acierto al mal como "la ausencia del bien debido" y es por ello que, aquel por quien existe el mal, se nos antoje sea el antónimo de aquel por quien existe el bien, que es Dios, como la belleza suprema.

Vamos a lo primero. El demonio existe como una consecuencia de la libertad. Si no fuésemos libres, el mal -y, en consecuencia, el demonio- no existiría puesto que no tendríamos opción. Así de sencillo y así de complicado. Al ser creados libres fuimos facultados para, por medio del ejercicio de la voluntad, decidir si hacer el bien o hacer el mal, por lo que surge inmediatamente un error del pensamiento al considerar que entonces Dios la regó. Por el contrario, no pudo haber sido más perfecta su creación cuando al rey de la misma -el hombre- lo dotó de tan maravilloso regalo aún a sabiendas (Dios es omnisciente, es decir, lo sabe todo) de que no siempre el hombre iba a optar por Él (o sea por el bien). Luego entonces, la creación de Dios fue perfecta por definición, porque, como dice el libro del Génesis "vio Dios que estaba bien", o sea, que era buena; luego esa creación se volvió perfectible porque, estando la puerta abierta (libertad) hubo quien dijera "non serviam" (no serviré) y entonces surgió el mal. Sobra decir que ese "alguien" se trata de quien fuera su creatura más perfecta y, por ende, quien pensó que podía ser como Dios y cuya magnífica soberbia se convirtió en su yugo para siempre encadenándolo al destierro de Dios, a la ira y al rencor perpetuos. Dios no lo condenó, como no condena a nadie, sino que él por sí mismo decidió alejarse para siempre. Al no tener lugar en el perfecto orden creado por Dios se volvió necesario hablar del infierno, que es el "lugar" al que van aquellos que no quieren ir al cielo. Así como hay mal para aquellos que no optan por el bien, hay infierno para quienes no optan por el cielo, y nótese como se habla del mal y del infierno derivándolos de la existencia del bien y del cielo, puesto que no puede ser de otra manera (son, valga la expresión, "males necesarios"). Así se vuelve imperativo afirmar que nadie, sino uno mismo, es quien opta por el bien o por el mal; por el cielo o por el infierno, aunque sí es necesario un referente que puede ser la ley natural interpretada conforme a la tradición y el magisterio de la Iglesia que, aunque también perfectible, como toda la creación de Dios, es la depositaria de esta potestad.

Su presencia está documentada en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento y no hay tratado teológico que lo excluya, ya que en el estudio de Dios su antítesis tiene que estar presente, como cuando se habla del bien y del mal; del cielo y del infierno. Más aún, hay cientos, tal vez miles de casos en los que su presencia se vuelve sensible por medio de la tentación, circumdatio, influencia o posesión, tal como el P. José Antonio Fortea (ver http://www.fortea.ws/), hoy por hoy, el demonólogo más prestigiado del mundo, en su libro "Summa Daemoniaca", la clasifica. Así es, estamos hablando ya del exorcismo. Alimentado por su rabia, su profundo odio a Dios y a toda su creación, la razón de ser del demonio es la de generar caos y llevar a la perdición a los hombres, a quienes considera seres inferiores a él. La mejor arma que tiene para lograrlo es el pecado; esto es, hacer que el hombre, por voluntad propia elija el opuesto al bien y de la espalda a su Creador. La otra estratagema -no la más grave aunque sí la más vistosa- es la posesión. Digo que es más grave la primera porque en ella el demonio se "adueña" del alma de la persona y, en la segunda, solamente de su cuerpo y de forma temporal. Lo que sí es que para la primera el remedio es, relativamente, más sencillo: la Confesión. Para la segunda se requiere de un exorcismo, un sacramental que exige ciertas condiciones de forma y de fondo que lo vuelven un proceso doloroso, a veces tardado, y muy, pero muy escalofriante. La película de "El Exorcista" presenta un caso basado en la vida real que aunque maneja situaciones muy apegadas a la realidad, sí contiene algunas exageraciones, de acuerdo a los expertos (P.P. Fortea y Gabrielle Amorth, exorcista de la Diócesis de Roma). Otra película, de más reciente creación, "El Exorcismo de Emily Rose", también basada en un caso real, sí que se apega totalmente a la doctrina que impera en esta materia.

Tenemos una visión generalmente equivocada del demonio y de sus actos; primero, por nuestro limitado (o nulo) conocimiento del tema y, segundo, por el influjo de la cultura popular y los medios de comunicación. Se nos ha hecho creer que hacer un pacto con el diablo implica el intercambio de nuestra alma por una vida llena de placeres, riqueza, éxito... como si frotásemos la lámpara de Aladino y el genio nos concediera todos nuestros deseos. Basta echar un vistazo a la película "Al Diablo con el Diablo" en que se satiriza al Demonio, y, en consecuencia, al mal, encarnándolo en la persona de una mujer sumamente atractiva y pícara, además. Para acabar pronto, vende su alma al diablo aquel que consiente al mal en su vida por medio del pecado. Aqui la cosa es que, la mejor jugada del demonio es haberse hecho pasar desapercibido. Así es; sirve para disuadir a los niños de que se porten mal, o se considera como la ridícula estrategia que utilizó la Iglesia Católica para someter a los pueblos durante siglos, o simple y llanamente es una figura de la cultura popular que sirve como inspiración para películas de terror y para la elaboración de máscaras de carnaval. Hasta estoy seguro de que quien vio el título de esta entrada o comenzó a leerla se disuadió con la idea de que "se trata de cuentos medievales". Pero de que existe, existe, y anda, como decía San Pedro en una de sus cartas "como león rugiente" en torno a cada persona para hacerla caer. El virus del SIDA, toda vez que una persona se contagia, se aloja ahi, en su organismo, silenciosamente, y comienza con su fermento de destrucción hasta causar la muerte. Así quiere el Demonio realizar su acción, puesto que no hay enemigo más difícil de vencer que aquel que no se conoce. Habiéndonos hecho creer que no existe, se ha dado rienda suelta adueñándose de todo instrumento que encuentra a su alcance para ver proliferar su poder y convertirse en un auténtico "príncipe de este mundo" como el mismo Jesucristo llegó a calificarlo.
Tal vez esta nota no vaya a ser tan tomada en cuenta como su autor quisiera. Tal vez dejará insatisfechos a muchos que puedan mostrarse interesados con el tema, y para eso propongo la creación de un foro de discusión. Pero si una persona se convence por esto de la existencia real y malintencionada de Satán, valió la pena escribirlo. Hay todavía mucho más que hablar y conocer de él, estemos pendientes.