viernes, 5 de septiembre de 2008

"LA ESPERANZA ES UNA NIÑA MUY PEQUEÑA"

A propósito de esta última entrada sobre el aborto, les recomiendo muchísimo este artículo publicado en El Universal:
Defendámoslos, ninguno estamos excento de este acto cobarde, de este pecado social. Quien no se manifiesta en contra del magnicidio infame de inocentes se vuelve su cómplice.

SEÑOR LEGISLADOR, SEÑOR MINISTRO: ¿SOY PERSONA O NO?

Ahora sí estoy que muero de miedo. Me asustaba mucho lo que escuchaba de las llamadas de extorsión, los secuestros, los asaltos, robos y balaceras que al parecer están de moda en nuestra entidad. Pero mal que bien todos estos atracos y crímenes son atribuibles a la delincuencia organizada contra la que, francamente, ha sido poco lo que se ha podido hacer. Ahora lo que me preocupa es que los que se supone que están para protegernos son, precisamente, el mismísimo rostro del crimen, y me refiero a los ministros de la Suprema Corte de “Justicia” de la Nación en colusión con sus secuaces: el Jefe de Gobierno del D.F. y la Asamblea Legislativa de la misma entidad (sin mencionar al partido político de ideas torcidas y acciones populistas que los cobija casi a todos ellos). Vamos para atrás. Estas acciones, supuestamente “progresistas” nos están llevando a todos (porque las leyes aplican para todos, aunque sean injustas, ni modo) de vuelta a la barbarie en la que cada quién deberá de hacerse justicia por su propia mano porque las sillas de los que deben de poner orden han sido usurpadas por los promotores del caos. Maestros en el conocimiento de la ley positiva han sacado el cobre de su ignorancia de la ley natural, en la cual la primera debe de fundamentarse pues de lo contrario incurriría en el vicio y el error. La ley natural establece que de la unión entre un espermatozoide y un óvulo se genera una vida humana. En efecto, no es el hombre quien determina si hay vida o no en el momento de la fecundación o a las doce semanas o lo que sea; utilizando la lógica simple sabemos que de esa fecundación provendrá un ser humano porque no hay experiencia que demuestre lo contrario. Que en ocasiones no se den las condiciones para que el cigoto se implante adecuadamente o que el desarrollo evolutivo del nuevo ser no se de de manera normal eso es otra cosa que tampoco le resta humanidad a ese microscópico milagro de la vida. Hay seres humanos que viven sesenta, setenta… cien años; hay seres humanos que sólo llegan a vivir unas semanas o unos días in útero, y no por eso puede considerárseles menos personas. La ley positiva se ha desvirtuado y ha dado legitimidad a una aberración. Yo te digo a ti, ministro de la corte, legislador, servidor público pro abortista: ¿Quién te ha concedido la facultad para definir quién es persona y quién no? ¿Por qué no le das oportunidad a ese milagro microscópico de formarse, salir del vientre de su madre y cometes entonces el homicidio que promueves? Más aún, ¿Por qué no le permites tener voz para esgrimir en las cortes sus argumentos a favor de su vida o fuerza en sus brazos para detener el arma con que lo haces pedazos? Prefieres hacer uso de tu poder para manipular las leyes en tu favor y conseguir con eso votos para tu partido en aras de proteger “la libre elección” de la mujer a costa de la sangre de miles de inocentes en lugar de invertir, al costo político que esto te puede representar, en la correcta formación y educación sexual de tus gobernados protegiendo la vida de los más indefensos, porque ¡para eso te elegimos! ¿Puedes ponerte a pensar que tu propia madre podría haber optado a favor de lo que hoy promueves? ¿Qué le dirías ahora?

Los que formamos una nación creamos leyes y reglamentos para traer el orden natural a nuestras sociedades, es decir, NOSOTROS inventamos las leyes y no las leyes a nosotros. ¿En qué momento permitimos que sean las leyes las que definan quién es persona o quién no? Veo, no sin una profunda tristeza, que el día en que yo estorbe por ser un anciano, alguien llegará a utilizar la ley en su favor para decir que yo ya no soy persona y tener con eso los elementos suficientes para quitarme la vida siendo que no tuvo en sus manos la capacidad y el poder de dármela.