martes, 3 de junio de 2008

SI VENDES TU PASIÓN POR GLORIA

“Tantas veces pasa demasiado rápido…” No lo dije yo, lo dijo Survivor en 1982, con su canción “Eye of the Tiger", en el álbum que lleva mismo nombre y que sirvó como tema a la película “Rocky III”, de Sylvester Stallone. Nadie se da cuenta; es “sólo un hombre y su voluntad por vivir”, queriendo lograr que el yo interno se imponga al yo externo. Por fuera todos queremos, con cierta fuerza, convertirnos en algo que no somos pero que los demás aceptan; y es tan difícil entonces dejar que se escuche el irrepimible grito de lo que yo quiero ser, lo que clama el yo interno. ¿Cuándo vendí mi pasión por gloria? La respuesta es simple y, a la vez, compleja, o más bien dolorosa: Cuando creí que la gloria llegó para quedarse, cuando me engañé pensando en que ya no había nada más adelante, cuando me conformé con lo que tenía, con lo que mis manos tocaron y me dieron la seguridad que nunca tuve y siempre anhelé. Ese día pude convertirme en un auténtico mediocre conformista que creyó que lo tenía todo. Nadie lo tiene todo, pero cuando las manos se le llenan así lo piensa. Ya no cabe más, ya no hay nada que tomar, todo está dado. Ese día comenzamos a envejecer, a morir de a poco, a acercarnos más al final de nuestras vidas, porque quien piensa que lo tiene todo ya no hay nada a lo que pueda aspirar. La pasión murió. Yo la maté. Esa que me empujaba a volver posible lo imposible ya no está, se ha desvanecido con mis tibios logros. La he vendido por un puñado de gloria.

Dejar que la pasión lleve, arrastre, es dejar que nuestro yo interno por fin golpee y envíe a su lugar al yo externo que nos hace creer que los aplausos y el reconocimiento de unos cuantos parezca todo cuanto necesitamos para irnos a un rincón, ilusos encandilados con una falsa victoria que no durará mucho, unos minutos, unos años a lo más. ¡Qué sed se siente cuando se atraviesa el desierto de la mediocridad y el “éxito” fácil! La gloria se recompensa con una sonrisa falsa, con unas monedas y algunos aplausos; casi lo mismo que hace feliz al mono del cilindrero; la pasión no encuentra satisfacción nunca, no se da abasto con nada, sólo sigue y sigue, y nos lleva hasta que damos el último respiro, y aún ahí nos apremia con la urgencia de vivir más sólo para aspirar a más, para que se escriba nuestro epitafio sobre una tumba de incomprensiones y acertijos sobre nuestras vidas: “¿Quién fue capaz de comprenderlo? ¡Nunca estuvo conforme con nada!”

El día que digamos “esto no está bien, puedo hacerlo mejor” de manera casi permanente es el día en que la gloria se sometió a la pasión y la hizo inclinarse ante lo que mantiene vivo, verdaderamente vivo al hombre: su pasión. Nunca vendas tu pasión por gloria. La última te abandona; la otra es la que te hace verdaderamente ser tú y te acompaña hasta el final.

No hay comentarios: